Insomnio

Publicado en

Ya pasan de las dos de la mañana. Un maldito dolor de muelas me quitó las pocas fuerzas que me quedaban después de sufrir muchas horas en la oficina. Y ahora, llueve.

Mis pensamientos van y vienen de una persona a otra, de una situación a otra. Recuerdo las noches lluviosas que pasé con él. Ahora recuerdo las tardes lluviosas que pasó con el otro él. Pero luego… chan chaaaaaaaaaaaan… viene la parte fea: ahora pienso en otro él (sí, un tercero, pero recordemos que el primero ya no vale) en el que pienso cada vez que llueve. Rarezas de la vida.

Es que qué problema es tener corazón de condominio, de esos de Santa Fe: grandotototes, espaciosos, lujosos (ah, sí, yo no soy cualquier cosa, ¿eh?). Así es mi corazoncito, así ha sido siempre, bueno, a excepción de una vez. Una vez que se prolongó casi 5 años en los que no pude pensar en nadie más que en él. Cinco años incumplidos pero buenos, eso sí.

Ahora que tengo al segundo él, hay veces que no puedo dejar de pensar en el tercer él. No es porque yo sea una horrible mujer cabrona de esas que andan de infieles regando cogidas por todos lados. Nonono, es que… a él (el segundo), lo tengo y no lo tengo. Sí se me hace quedármelo, juren que dejo de pensar en el tercer él, y en el cuarto. Y en el quinto si lo hubiera. Pero no, es más bien como cierta cuestión de supervivencia, de esas cosas que buscamos siempre para mejorar. Me viene a la mente aquella persona con la nunca se me hizo salir. Uy, me hubiera fascinado tener algo más con él (digo, ya que estamos en horas de confesiones y de niños dormidos). Sí, me hubiera encantado echármelo y luego salir mucho con él y divertirme. Pero por más que pienso en un futuro con esa persona nomás no. Porque a pesar de ser infinitamente culto, inteligente y divertido, mis planes para el futuro simplemente no encajaban con él. Y fin.

Algo similar pasa ahora en mi presente. Y ahora que sé que la vida no es nada más para agarrar al primero que pasa y casarse con él, pues no se me ocurre que me pueda quedar con este, aunque la verdad es que ganas no me faltan. So, el tercer él se cruza en mi camino. Ah, y por más que lo intento no puedo quedar como ‘mujer decente’. ¡¡Sí, tengo un ‘él’ y pienso en otro ‘él’!! ¡¿Y qué?! Anden, vayan y acúsenme con mi mamá. Todo sigue siendo ese raro instinto mio por encontrar a alguien que encaje conmigo: sus gustos, sus manías, sus defectos. Sigo creyendo firmemente que es mejor parecerse que ser todo lo contrario. Pero a pesar de todo, ahora creo, y entiendo, por qué es mejor estar sola: veo a quien quiero, ando con quien me viene en gana y me hace venir quien me guste. Punto.

Por cierto, ahora que recuerdo, hoy lagrimeé a gusto y sabroso. Maldito dolor de muelas. Hace mucho que no lloraba, por qué sí, yo era una niña llorona, de todo y por todos. Poco a poco, la vida, el dolor, las circunstancias, él (el primero), me hicieron cambiar. No sé si madurar. Bueno, yo lo llamaría evolucionar, como salir de un capullo y una vez que veo hacía atrás y analizo las situaciones por las que pasé, me doy de cocos porque me hubiera encantado ser como soy ahora en situaciones de aquella torpe oruga. Y no, ahora soy lo que no fui hace chorrocientos años. Chale.

Llorar ya no es lo que era para mi antes. Ahora las lágrimas son escasas y mejor repartidas. Las tiene quien merece. El segundo él ha tenido las suyas; el tercer él… como un par de ellas y que no se me queje porque igual y tengo más reservadas.

La lluvia ya pasó. El radio sigue sonando, no puedo dormir sin él encendido. Creo que mi estéreo es el cuarto él, al que NUNCA dejaré, sépanlo ahora. El infame dolor de muelas es ya un vago recuerdo de una pesadilla y las lágrimas me ayudaron a calmar el dolor. Ahora tengo sueño y nadita de ganas de trabajar. Creo que mi jefe recibirá una llamada mañana, bueno, al rato, de alguien que quiere justificar un retardo. No puedo dejar mi trabajo un día. Ahora soy muy muy responsable. Evolucioné.

Acerca de Jules

Completa, repuesta y amada.

Deja un comentario