Ni cómo desahogarme, ni cómo gritar o contarle a alguien. Todo se vuelve un grito ahogado que se pierde en mis pensamientos. Por más que trato que mi año terminé un poco mejor, como verán, se pone peor.
Ya sé que por pérdidas no vamos a parar, que toda la vida la pasamos perdiendo cosas, mascotas y personas; que vivimos de duelo en duelo hasta que le toca a alguien más vivir el nuestro. Pero de verdad, no creo todavía merecer ciertos descalabros a mi edad. No es que lo crea injusto o me de golpes de pecho, ya sé que hay personas que siendo más jóvenes sufren más que yo; sin embargo, uno siempre verá sus problemas más grandes que los de cualquier otro ser humano insignificante que habite este pequeño planeta (¿ven?).
Lo malo de mis problemas, es que la mayoría están en mi cabeza: no puedo quejarme porque se me mueran familiares a diestra y siniestra, ni por dinero (de ese nos quejamos todos y seguimos en las mismas). Mi única pérdida considerable fue mi gata y ella sí que me va a hacer falta este fin de año. Me va a hacer falta para consolarme y acompañarme en mi siguiente corazón roto. Y sí, ese es mi problema: mi pobre corazón, probablemente, será roto de nuevo. Las cosas están cambiando y cuando uno de los dos se vaya de aquí, sé que las cosas se van a terminar, o por lo menos, se irán consumiendo poco a poco cual vela encendida encerrada en un vaso de cristal.
Todo muere, con o sin nuestra aceptación; todo se acaba, lo hagamos nosotros o no terminar. Ahora siento que estoy muriendo, siento que otra parte de mi corazón está a punto de ser arrancado sin anestesia, y bueh, con anestesia de todos modos dolería después del efecto de ésta.
No soy del tipo de personas que cree que la vida se empeña en hacerle daño, o de echarle la culpa a todos de sus problemas, incluso a Dios. De esas cosas no soy responsable en gran medida y no tengo ningún contro sobre ellas. Pero sí tengo control sobre mi, sobre mis sentimientos y mi manera de actuar; puedo decidir lo que quiero y lo que puedo hacer con mi cuerpo y mi cerebro. Seguramente lo he dicho aquí, pero en verdad sólo me han bastado dos (tres si cuento algo muy platónico, stalker y enfermo) hombres en mi vida para decidir: no quiero enamorarme más. No de nuevo ni de esta absurda manera. No quiero más sufrimientos innecesarios porque de pronto aquel que decía amarte con todas sus entrañas descubre que no te quiere tanto como su tierra natal, o su familia, o cualquier cosa que te haga despertar y darte cuenta que no eres indispensable en la vida de nadie; que nadie te querrá tanto como para estar siempre a tu lado como lo pintan los cuentos de hadas.
Ya no creo en el amor para siempre. No más. El siguiente año debo ser capaz de controlar mi absurdo cerebro para no caer en la misma trampa de nuevo. Y miren, no me arrepiento de lo que he vivido, soy lo que he vivido y sentido. Me ha encantado amar a las personas que he amado y probablemente seguiré amando siempre. No cambio esos momentos por nada, ni siquiera pretendo en la forma más emo posible, borrar todos los posts llenos de melcocha que he escrito.
Así son las cosas, mi primer propósito de año nuevo es: NO HAY OTRO CORAZÓN ROTO. NO PARA MI.